Thursday, July 12, 2012

El que vive de esperanza muere de sentimientos

Nuestro país tiene muchos problemas en este momento, quizás muchos más de los que ha tenido a través de su historia; una economía que se reduce cada día más sin indicios de crecimiento real, un aumento sin precedentes en la criminalidad, un aumento considerable en la deserción escolar, un aumento injustificable en el costo de la universidad del país, un aumento descontrolado en la privatización de servicios públicos (la perdida de los derechos de los trabajadores como resultado), un aumento sin medida en la corrupción, una emigración de profesionales sin precedente, la decadencia general en la calidad de vida de todos los ciudadanos, y lamentablemente estos problemas no se tratan ni mucho menos se solucionan a través de la política, como creen la mayoría de los ciudadanos.

Observando la dinámica social, política y administrativa en los últimos años se puede ver claramente como la actitud tanto de la ciudadanía en general como la de los líderes políticos se relaciona muy poco (si algo) con los problemas del país. Dentro de los próximos meses las frases más escuchadas serán; “el cambio que queremos”, “el cambio que necesitamos”, “el cambio que buscamos”, “el verdadero cambio”, etc., como si el cambio que queremos, necesitamos y buscamos es que cambie la cara y solo la cara de las personas responsables de administrar nuestro país. La retórica política y social se limita a reclamar el cambio pero se promueve el cambio por el cambio mismo ya que el famoso cambio no se define. La razón por la cual el “sistema” funciona de esta manera es porque está basado en falacias las cuales todos aceptamos y defendemos aun sin entender su naturaleza ni sus implicaciones.
Para expandir esta idea se puede tomar uno de muchos ejemplos disponibles.

Tomemos el caso de la policía, donde se anunciaron ayer grandes cambios para combatir la criminalidad. Comencemos por identificar algunas de las falacias fundamentales.

• A mayor cantidad de policías, menor criminalidad
Nada puede ser más falso que esto. El mismo gobierno desarmo esta falacia con un estudio que recibió poca atención donde se demostró una correlación directa entre la deserción escolar y la criminalidad ya que un alto porcentaje de la población penal son desertores escolares. Por lo tanto la falacia se puede corregir parcialmente diciendo, “A mayor y mejor educación, menor criminalidad”. Digo que se corrige parcialmente ya que la profesionalización de la fuerza laboral (una de las metas de la educación) no tendrá efecto si esos nuevos profesionales se integran a una realidad laboral con oportunidades muy limitadas.

Otra falacia muy famosa que se manifiesta a través de todo el espectro gubernamental,

• El jefe de la policía debe ser un policía, agente, etc (El secretario de educación debe ser maestro, el secretario de salud debe ser doctor)
Esta es una de las falacias que más daño produce. Los principios de administración se aplican de igual manera si el proyecto se trata de pintar una casa o de construir el trasbordador espacial. Para administrar departamentos, oficinas o agencias se necesitan administradores y solo administradores con la preparación adecuada en administración y preferiblemente con buena experiencia y logros verificables. De la misma manera que nadie absolutamente nadie permitiría que alguien que no sea un cardiólogo debidamente certificado y experimentado le haga una operación del corazón, nadie absolutamente nadie debería permitir que nuestros fondos públicos se administren por personas que no sean administradores debidamente certificados y experimentados.

La lista de falacias es bastante larga y en algún momento podría expandirla pero creo que los dos ejemplos anteriores llevan el mensaje. Regresando a lo que forma el tema de este escrito, muchos ciudadanos depositan sus esperanzas de un mejor país en el proceso político de noviembre y si las estadísticas históricas no fallan, el único cambio que se vislumbra es el de la cara de los líderes políticos. La imposibilidad de un cambio fundamental, real y a tiempo no necesariamente se deberá a la falta de capacidad de los funcionarios que sean electos, más bien se debe a que el cambio que verdaderamente hace falta ni siquiera se define o pero aun, ni siquiera se define por parte de aquellos que promueven el cambio.

Queremos un Puerto Rico mejor, ¿qué es un Puerto Rico mejor? ¿Reducir la criminalidad? ¿Mejorar la economía? ¿Reducir la corrupción? Esos no son cambios, esas son metas. Las metas las conocemos todos. Aun el ciudadano que lleve 10 años escondido debajo de una piedra conoce las metas y las puede recitar mientras come huevos verdes con jamón con los ojos cerrados. Si el requisito para liderar y administrar el país es conocer las metas, entonces todos y cada uno de los ciudadanos del país y regiones limítrofes debe aspirar a un puesto electivo. Las personas que se presentan seriamente como aspirantes a puestos electivos deberían conocer los mecanismos que promueven los cambios que nos pueden llevar a alcanzar esas metas. A propósito, la falta de sentido de la descentralización de la policía como plan de reducción de la criminalidad prueba mi idea de que un policía no debe administrar la policía.

Por último, el deterioro de las condiciones económicas del país dificulta tanto la definición de los cambios como la ejecución de estrategias para lograr las metas. Parecería que pocas personas reconocen que lo que aparenta ser una crisis en todos los aspectos de la sociedad puertorriqueña es solo una muestra de lo que viene. Además de todos los problemas que ya tenemos, en dos años maximizaremos nuestro margen prestatario. Los famosos préstamos para cuadrar el presupuesto no serán posibles. Bajo esas condiciones el gobierno será aun más disfuncional de lo que actualmente es. Por otro lado el financiamiento de las campañas políticas será mucho más difícil y por lo tanto las fuentes de poder económico serán aun más agresivas en promover que los partidos y candidatos que defienden sus intereses dominen los procesos electorales. Como resultado los candidatos electos estarán limitados a promover los intereses de esas fuentes de poder y como consecuencia la clase media y los pobres del país pagarán un alto precio. Los extremos políticos serán aun más marcados que en este momento con los miembros de diferentes partidos haciendo lo posible por diferenciarse de sus rivales para atraer lo que más puedan de esas fuerzas económicas que harán posible su elección. La colaboración entre funcionarios de diferentes partidos será menor cada día, los puestos públicos serán ocupados por aquellos que están dispuestos a defender a sus benefactores hasta con su vida aun cuando sus acciones no se acomoden con los intereses de los ciudadanos a quienes sirven. En ese momento morirán totalmente los sentimientos.

¿Es posible evitar todo eso? Sí, pero hace falta que colectivamente podamos definir “el cambio que queremos”.

1 comment:

  1. Una buena síntesis de problemas multidimensionales que a muchos políticos les cuesta entender. Saludos

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